miércoles, 2 de diciembre de 2009

"Cada día en libertad es una victoria"


Entrevista a Marcelo Catrillanca, dirigente mapuche clandestino

Es uno de los líderes mapuches más buscado del país. Y el más escurridizo. Marcelo Osvaldo Catrillanca Queipul (39 años), padre de Camilo (14 años), Paulina (12 años) y Newen (6 años), acaba de cumplir siete años prófugo de la justicia. El año 2002, este dirigente de la Comunidad Temucuicui fue condenado en Collipulli a 5 años de cárcel, acusado de incendiar, en diciembre de 1999, un bosque del fundo Alaska, entonces propiedad de la Forestal Mininco. El fundo era demandado por los comuneros desde la década de los 70. Agotadas las “vías institucionales” y aburridos de la inoperancia de Conadi, el año 1999 decidieron pasar de los dichos a los hechos. Tres años de ardua lucha costó recuperar las tierras, entregadas a la comunidad por el Estado finalmente en 2002.

Pero la lucha tuvo sus costos. A los cientos de heridos en los desalojos policiales, se sumó una persecución judicial y política contra quienes encabezaron las movilizaciones. Marcelo, uno de ellos. Acusado de incendio, fue condenado junto a otro dirigente: “presunciones fundadas” del juez determinaron el encarcelamiento de ambos. Ello fue suficiente para que tras acceder a beneficios previos a su sentencia, Catrillanca optara finalmente por la clandestinidad. O la rebeldía, como prefiere llamarla.

Marcelo no es cualquier dirigente. Hijo del ñizol lonko Juan Catrillanca Antín, emblemático líder de Temucuicui y de la Alianza Territorial Mapuche, Marcelo asume con dignidad y orgullo su linaje. Ser de Temucuicui implica respeto por la historia, nos dice. Allí batallaron defendiendo el territorio mapuche grandes lonkos del siglo XIX. Todos ellos heredaron a las nuevas generaciones un legado de lucha. Pero también una vara muy alta que superar, advierte el dirigente.

Cauteloso como pocos, esta es la segunda entrevista que ofrece a un medio de comunicación en siete años de vida clandestina. La anterior fue en febrero de 2005, también para Punto Final. Tras sortear férreas medidas de seguridad, dimos con el paradero del dirigente mapuche. Estas son sus palabras

¿Cómo han sido estos años como clandestino?

“La situación ha sido compleja, pero uno, como mapuche, no puede humillarse ante el sistema. Es difícil, pero la consecuencia, el compromiso que uno tiene con su pueblo lo hace ser más fuerte. Frente a más represión, uno se capacita más para hacerle frente. Estos años me han permitido fortalecer mi compromiso como dirigente mapuche. A veces los que más sufren son la familia, mis hijos principalmente, que lamentan que no podamos andar juntos como familia. Es terrible que ellos tengan que madurar de esta forma. Uno guarda resentimiento contra el sistema judicial por eso, pero soy optimista y sé que pronto estaremos juntos. Esta es la vida que nos tocó y poco podemos hacer”.

¿En qué punto está su caso judicial?

“De acuerdo a las leyes, para que prescriba una causa judicial dicen que son diez años. Estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario y después, seguir asumiendo públicamente las responsabilidades que uno tiene como mapuche. Yo asumí como secretario dentro de mi comunidad, ese cargo tenía cuando luchamos por recuperar el fundo Alaska de Mininco, y luego cuando caí preso. Tengo claro que debo regresar a cumplir con mi rol de dirigente. Para mí ha sido complicado, triste, no estar en la lucha con los hermanos, no ser partícipe de la lucha que han reactivado en Temucuicui y en otros territorios. Como mapuche de lucha, como mapuche que quiere ser un aporte para su gente, es triste no poder estar junto a ellos. Pero saben que siempre estoy con ellos y que comparto sus luchas. Hoy están los peñi hablando de territorio y me parece muy bien que se hable de territorio, porque vamos apuntando al fondo del problema: que aquí hubo una invasión por parte del Estado a un pueblo originario”.

Hoy las reivindicaciones no están restringidas a los títulos de merced. ¿Es un avance?

“Absolutamente. Para el pueblo mapuche es un avance que se hable de territorio ancestral, porque el problema no es de una comunidad tal o cual, es un problema del pueblo mapuche con un Estado que nos despojó. En 2001 reclamábamos tierras, un fundo a lo más, así lo veíamos. Mirábamos un título de merced y decíamos, ‘este winka nos tiene quitadas 210 ó 220 hectáreas’. Mirábamos los planos y llegábamos a esa conclusión. Eso hoy no basta, no digo que no haya que hacerlo, pero no es suficiente.

Por ello se habla de recuperar espacios territoriales. Esta bien recordarle al Estado que el conflicto parte por el incumplimiento de compromisos históricos entre los mapuches y los winkas, cuando la frontera era el río Bío Bío. Alguien violó tratados y por eso estamos como estamos. De ahí parte la injusticia. Hoy podemos ver una comunidad grande pero muy pobre. Vemos a un particular con 600 hectáreas, a una forestal con mil hectáreas y a una familia mapuche con miserables metros cuadrados. Eso no puede ser. Por ello hay que decir y reafirmar que nuestra lucha no se trata de mendigar tierras, de mendigar apoyos. Se trata de recuperar lo perdido, de reconstruir nuestro territorio y un país que tuvimos en el pasado”.

Gran parte de los dirigentes clandestinos tarde o temprano han sido detenidos; el último caso fue el de Mireya Figueroa. ¿Cómo ha sido sobrellevar la persecución policial?

“La persecución ha estado siempre presente, el hostigamiento a mi familia, a mi comunidad, a mis familiares. Pero yo creo que las detenciones muchas veces son por datos, es decir, encuentran a alguien que finalmente es convencido de delatar a un hermano. En mi caso esto no ha sucedido. Eso me ha ayudado, la lealtad y la protección de mucha gente que valora lo que uno es como mapuche”.


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